Lo comido y lo leído

viernes, mayo 26, 2006

Campaña pro té helado

Aunque en Chile estamos en invierno, quiero proponerles dejar las bebidas para los tragos combinados o para situaciones de resaca extrema. Los invito a reemplazarlas por un buen té helado. Los gringos son secos para el té helado y los chilenos, para el té caliente. Nadie habla de las latas de iced tea, sino de preparar tu propio té helado, con un rico té. Es mucho más sano, estimulante y lleno de sabores que nos sorprenden a cada trago.

Tips para preparar té helado
-Por cada taza o vaso de té, utilizar una bolsita filtrante de tu té favorito (el mercado ofrece hoy variedad de tés con trocitos de fruta, limón o naranja, muy buenos)
-Colocar las bolsitas (o té a granel) en una jarra y vaciar encima agua a punto de hervir (no hirviendo porque se queman las hojas). Infusionar por 3 a 5 minutos.
-Dejar enfriar y luego refrigerar. Servir bien helado, se le puede agregar hielo y/o tajadas de limón.

Capital estomacal

En temporada de cambios de carta (por lo general, otoño y primavera), las invitaciones a probar lo nuevo se suceden sin tregua. Y si la mano de los cocineros no es muy buena, el estómago de los llamados "cronistas gastronómicos" puede sufrir bastante. Este otoño he tenido muchas invitaciones, ha habido semanas en que fui a un compromiso diario y allí me encontré con los colegas, todos sonrientes pero estoy segura que la procesión va por dentro. Sí, porque nuestro estómago es el capital para este trabajo. Hay que cuidarlo e intentar no someterlo a presiones innecesarias. El estómago puede crecer y achicarse. Una cosa es comer demasiado y sufrir el síndrome tambor (cuero estirado al límite), pero otra muy diferente es sentir que nos comimos un yunque o pasar una noche con acidez. Solución parche antes de la herida: una sal de fruta antes de acostarse. O comer menos, claro. O seleccionar las invitaciones. Hay quienes eligen con pinza a lo que van, yo aspiro a ser uno de ellos. Otros, mateos, van a cuanto "evento" haya, para estar informados de todo lo que ocurre en el medio. Yo no. Soy floja, y me gusta comer rico, cosa que no ocurre siempre en esas situaciones. Además, como quiero seguir en esto por mucho tiempo más, tengo que cuidar mi capital de trabajo: mi estómago.

viernes, mayo 12, 2006

Adentro del cerro

Ayer fui a conocer la nueva bodega de Casa Lapostolle donde se hace el vino Clos Apalta, el top de la viña. Está en el valle de Colchagua y fue construida por un arquitecto apellidado Benavente y que trabaja con Borja Huidobro. Esta es la primera bodega que él hace y el resultado es bien espectacular. Se invirtió bastante plata también, cerca de 9 millones de dólares. Lo entretenido que tiene es el concepto de espiral que va bajando por dentro del cerro; espiral como un sacacorchos, como un sinfín, como un caracol. Uno ingresa por la parte de arriba y en ese nivel se separa manualmente las uvas de sus racimos, procurando no romper los granos. La fruta se introduce dentro de 21 cubas de madera que están en el siguiente nivel hacia abajo y que uno puede ver si baja por las escaleras de caracol. Es una gran sala ovalada en la que la uva se va rompiendo y fermentando hasta convertirse en mosto dentro de las cubas. El mosto se trapasa a las barricas que están en el siguiente nivel hacia abajo, vía mangueras. Esa es una sala con techos abovedados en forma de cruz, en la que el vino descansa todo un año. Al año siguiente las barricas bajan en ascensor al siguiente nivel hacia abajo, una suerte de catedral del vino, enorme sala ovoide con techo redondeado recubierto de palitos de raulí, con una luz que sobrecoge y donde el vino sigue tomando aromas y sabores dentro de las barricas y donde luego los enólogos, probando en contenido de cada una de ellas, decidirán qué partida se mezcla con qué para ser el nuevo Clos Apalta. En el siguiente nivel, el Clos Apalta se mezclará y se embotellará, para pasar ahí directamente a los camiones que llevarán las botellas hasta su último punto de reposo. Cuando un llega abajo y eleva la vista, se da cuenta que ha bajado mucho. Y una ventana por donde se puede ver una enorme formación de granito recuerda que tuvieron que dinamitar el cerro para poder construir la bodega. Y para que el granito formase también parte del proceso del vino, se transformó en lajas que ahora cubren el piso de los descansos de la escalera. Toda una experiencia internarse en la nueva bodega de Clos Apalta en Colchagua, casi tan intensa como probar este corpulento vino que saca aplausos por donde pasa (como su reciente puntuación de 94 en la Wine Spectator).